lunes, 28 de junio de 2010

Alemania y Argentina no necesitan ayudas arbitrales

JUAN ANTONIO ESCUDERO. Son muy malos o quieren serlo. No hay otra explicación para que el nivel de arbitraje de este Mundial sea tan pésimo. Éste domingo presenciamos, atónitos, como Alemania y Argentina recibían ayudas arbitrales. Molestan por injustas, duelen por innecesarias y joden -con perdón- a Inglaterra y México, respectivamente.

Más allá del análisis de las dos jugadas determinantes, no cabe en ninguna cabeza que, en el año 2010, se produzcan robos que dejan abierta la premeditación de los mismos. Se podrá hablar de picaresca, de la salsa del fútbol o de que este deporte es así, pero cuando eres el que sufre la injusticia, no te crees ninguna milonga. No es casualidad que los beneficiados sean siempre los mismos, ni que los árbitros sigan emperrados en imponer su autoridad por encima de cualquier cosa.

El señor Jorge Larrionda, colegiado uruguayo, no fue capaz de dar un gol más que claro a Inglaterra cuando el partido transcurría 2-1. Seguramente será el gol fantasma menos fantasma de un Mundial, pero ni él, ni sus asistentes, concedieron el tanto que todo el estadio, menos ellos, vio. No es justo que la Inglatera de Capello justifique su derrota por esta injusta jugada, pero siempre quedará la duda.

La segunda polémica es igual de ladronesca, quizá peor porque se ve cómo los árbitros dudan de su decisión, recapacitan, hablan y no son capaces de dar marcha atrás. Roberto Rosseti, árbitro de renombre en Europa, se traga, junto a su asistente, un fuera de juego clamoroso que sirvió a Tévez para adelantar a Argentina cuando menos lo merecía. Lo cómico de la jugada viene después, cuando tras la repetición por los videomarcadores, todos se dan cuenta de la metedura de pata, y ellos también, no me cabe ninguna duda, pero no rectifican. Hicieron un bonito paripé, una escena de matrimonio en la que con sus micrófonos tapados dialogan para intentar buscar una explicación a tanta protesta mexicana. No la encuentran, no saben, no reaccionan y, como no, benefician al grande.

Esto sobrepasa la polémica, que entiendo como normal, es difícil valorar el contacto en una falta, un fuera de juego más o menos justo, o una tarjeta amarilla. Arbitrar es muy difícil y hay margen de error, pero errores normales, justificables, no esperpentos como los que estamos viendo.

No abogo por la tecnología para arbitrar, el fútbol no sería fútbol, pero si por la limpieza de los árbitros, la justicia y los castigos a los mismos cuando las cosas no estén bien hechas. Que se profesionalicen, no vale con arbitrar en su tiempo libre, esto se ha convertido en algo más que deporte, con muchos intereses y sobretodo ilusiones de miles de aficionados que ven truncados sus sueños por unos señores que no ven lo que pasa, sino que hacen que pase lo que quieren ol es dicen. Quién sabe...

2 comentarios:

  1. La raya en la foto del fuera de juego tiene que estar en los pies del penúltimo jugador, no en el último. A veces sospecho que ni los jueces de línea se saben esa regla. 17 reglas, ni una más, tiene el fútbol.

    Ya en el mundial de Inglaterra 66 se le regaló la copa a los anfitriones. Era intolerable que los creadores del fútbol no la hubieran ganado, y algo había que hacer. Y se hizo, claro.

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  2. Bochornoso, pero humano. El debate es muy interesante: están los que piden tecnología (ingleses y mexicanos) y los que creen que la gracia del fútbol reside también en la polémica y en cosas como esta (el resto de países salvo Irlanda). A mi me va más lo segundo, y cruzo los dedos por lo que pueda pasar mañana.

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